CAMINOS DE ENSUEÑO, LUCES Y SOMBRAS, FRESCURA Y SOL BRILLANTE.
Inmensidad serrana con flores de pascuas y de pronto se nos yergue el cerro ostentoso y fuerte.
Como susurrando: ¡Ey, acá estoy yo!
Me atrae, la amo, la vivo intensamente, llega al alma con sus ondulaciones donde coloridas capas de tierra o piedra, nos cuentan los años que tienen y nos acompañan, junto al misterio insondable de no saber qué hay detrás de ellos.
Tres piedras u otro objeto vulneran cotidianamente el paisaje, caminos de duendes, como el que va desde LA FALDA a LOS COCOS.
Éste, pasa por la esquina de la casa de Manuel Mujica Láinez y su museo.
Camino de artesanos que trabajan la madera, el cuero, la cerámica, los aceites esenciales...
Otros caminos vírgenes y salvajes con espinillos, grataegus y retamas
o bordeados de árboles que unen su manos en ojival abrazo de bienvenida.
Una casona de adobe entre los cerros, con gente donosa que ofrece panes caseros, queso de cabras, fiambres, tortas de miel, nueces, dulces, chivitos, pejerreyes, aceitunas, pickles, frutas al almíbar...
O un hotel que nos sorprende después de una curva en el trayecto.
Donde antes habia un castillo de la colonia, rodeado de glorietas y parque
y sin duda un arroyito que acaricia con su paso y su cantar secreto.
O quizás aparece la boca ancha de un dique;
que nos sonríe y entre sus dientes deja pasar el agua jocosa que trae desde las alturas, caudal que se transforma en energizante y luminosa fuente y que luego circula desbocado como víbora ondulante en tardes ardientes de verano.
Siempre recuerdo los viajes con mis padres, en trenes que entraban al vientre mismo de las montañas para alegrarnos kilómetros más adelante, resucitando entre las piedras,
esos trenes que al decir de Neruda:
"... desaparecieron o murieron tal vez, de vergüenza por tanta negligencia de gobernantes..."
CÓRDOBA
capital del folklore, del tango, de fiestas inolvidables,
TODO CANTO Y GUITARRA, TODO DANZAS Y ALMA.